Entonces, preocupa profundamente la subsistencia del racismo estructural, y las violencias e inequidades asociadas en tal caso, así como los intentos de eludir su deuda histórica con los pueblos víctimas de la esclavitud.
Cuba, desde el Macro programa de Desarrollo Humano, Equidad y Justicia Social con la coordinación ejecutiva del Ministerio de Cultura y la responsabilidad de la Comisión Nacional del Programa COLOR CUBANO contra el Racismo y la Discriminación Racial compuesto por 18 instituciones y 18 organizaciones de la sociedad civil, han alcanzado una mediana implementación que ha permitido identificar brechas de equidad y a partir de ello, trabajar de forma intencionada para eliminar los vestigios de discriminación existente y negada por muchos años en un contexto revolucionado.
Es la intención y debe ser el camino.
En este proceso, la sociedad civil cubana ha jugado un papel fundamental y el crecimiento de movimientos antirracistas ha propiciado un profundo análisis de la crisis a la cual se han sometido comunidades y sus familias, pobreza, marginalidad, economía deprimida, entre otros aspectos que se relacionan hoy al concepto de zonas vulnerables.
Se ha mantenido un diálogo e intercambio con organizaciones y ciudadanos, pero nos falta mucho por hacer, principalmente dando sentido a este escenario institucional creado, que no puede volverse un sitio de informes y pocas acciones con los reales afectados o sin tener en cuenta las miradas de todes los que emprenden estos procesos antirraciales críticos o no.
Para pensar Cuba, necesitamos de todos sus cubanos y cubanas, para hacer un país, necesitamos de todas las manos.