[…]si entendemos el feminismo como todas las luchas de las mujeres que se oponen al patriarcado, tendríamos que construir su genealogía teniendo en cuenta la historia de muchas mujeres en muchos lugares-tiempos. Esto es para mí uno de los principales gestos éticos y políticos de la descolonización del feminismo: retomar diferentes historias, muy poco o casi nunca dicho […] Las genealogías de la descolonización significan para nosotras una posición política que entrelaza el pensamiento intelectual y colectivo, y la acción, nuestros imaginarios, nuestros cuerpos, nuestras sexualidades, nuestras maneras de actuar y estar en el mundo, una posición política que crea una praxis de cimarronaje intelectual.
Ochy Curiel
(“Descolonizando el feminismo: una perspectiva desde América Latina y el Caribe”).

La última vez que nos vimos fue en el aeropuerto internacional de Miami donde fui a despedirla. Habíamos viajado juntos desde La Habana hasta Carolina del Norte para participar en el coloquio “Voces y realidades de negros y negras en Cuba” organizado por la universidad de Willmington. Luego continuamos rumbo a Chicago para la presentación en el Instituto Cervantes de Chicago de su libro de cuentos Sobre las Olas, publicado por Swan Isle Press y, posteriormente, volamos a la universidad de Santa Cruz, en San Francisco. Lalita estaba físicamente extenuada por el viaje, y desesperada por regresar a Cuba, mientras yo debía permanecer en los Estados Unidos por otros compromisos. Siempre que viajábamos juntos ocurría lo mismo: a medida que se acercaba la hora de su regreso a Cuba, sobre todo dentro del avión, su impaciencia crecía, movía inquieta las piernas, sonreía sin un motivo aparente presa de una ansiedad, de un nerviosismo que no podía contener. Más que el temor a morir lejos de esta Isla era su amor a ella o quizás ambas cosas.
Ahora, mientras escribo este prólogo, vuelvo a repasar el video de su conferencia en el Instituto Cervantes de Chicago. Era una excelente conversadora. Poseía una habilidad inusual para establecer asociaciones y producir un conocimiento a partir de tópicos tenidos como “excéntricos” o marginales dentro del campo académico y el canon letrado cubano tan eurocentristas. Al mismo tiempo contaba con una cultura casi enciclopédica unida a una memoria excepcional donde, a veces, era imposible determinar la frontera que separa lo vivido de lo leído. Todo eso unido a una especie de histrionismo que empleaba para seducir al auditorio. Muchas veces, sin motivo alguno, la ví postergar su entrada a la sala donde se presentaba sus libros. Quería que su llegada acapara toda la atención de sus amigos, lectores, etc. Todo esto lo hacía desde una ingenuidad que cautivaba. Entonces sonreía con esa misma sonrisa que en el filme Plácido, inspirado en la obra homónima del dramaturgo Gerardo Fulleda, posa ante la cámara en esa escena que reproduce un baile de salón entre mulatos y negros en la Matanzas.

Sus ensayos movilizan un conjunto de datos históricos, anécdotas, imaginarios y cosmovisiones del mundo provenientes del mundo de la oralidad, el espiritismo, y las religiones afrocubanas. Esas fuentes de saber “no instituidas”, “descalificadas” o tenidas como residuales o poco fiables por las formas de conocimiento eurocéntricas. Porque socavan ese modo de concebir la escritura de la historia como discurso veraz del pasado anclado en el archivo, “certeza” y la “seguridad”: respaldos imprescindibles de la modernidad occidental para construir esos discursos disciplinario “con sentido” productores de subalternidad.
A Martiatu le debemos muchas cosas. En primer lugar, el conocimiento y los minuciosos estudios que publicó sobre la obra de importantes dramaturgos negros o sobre el teatro de temas afrocubanos en la revista Revolución y Cultura y en varias antologías. Si en cierta medidas existió un movimiento de dramaturgos afrocubanos, con un corpus de obras, intereses temáticos afines fue porque ella no solo lo visibilizó en numerosos libros, antologías, artículos, sino que a partir del mismo construyó regularidades temáticas, morfológicas, periodizaciones, categorías y marcos analíticos para su abardaje.

Gracias a estos acercamientos crítico el debate y reflexión sobre el racismo y la identidad racial negra cuando era todavía un tema vetado: “políticamente incorrecto” se mantuvo vivo en la escena cultural cubana. Recuerdo que muchas intelectuales le echaban en cara que una mujer tan inteligente perdiera el tiempo en esos temas de negros.
Con su muerte, ocurrida en junio del 2013, nos legó una vasta producción de textos cuyas interrogantes y discernimientos filosóficos, estéticos y culturológicos trascienden el campo de la crítica y la investigación del teatro escrito por los dramaturgos afrocubanos, y se explayan a otras disciplinas como la narrativa, la teoría cultural, la etnografía, el pensamiento afrofeminista, los estudios culturales y subalternos y otras problemáticas relacionadas con los imaginarios de la cultura popular negra, los espacios de tachadura o silencios en la memoria cultural de la nación de las últimas seis décadas.
Todas estas cosas hacen de Inés María Martiatu es una voz inusual en el ensayismo cubano del siglo pasado y comienzos del milenio.
Quien nos habla en sus ensayos lo hace desde una doble o triple exclusión: mujer, negra y caribeña. Recordemos que el Caribe históricamente ha representado el afuera, esa región expatriada de todas las geopolíticas del conocimiento, a ello hay que su sumarles su status de mujer y negra. Desconectada, de una forma u otra, de las principales redes del mercado teórico internacional, las cuales validan y hacen posible la circulación de estos textos y discursos. Las nociones de teatro ritual caribeño, el síndrome de Cecilia y otras acuñadas por Martiatu, sus interpelaciones al lugar de la mujer en el teatro bufo, sus lecturas de la obra de teatro María Antonia, de Eugenio Hernández Espinosa, esta voluntad de archivista, de cartógrafa que la lleva acercarse a La Lupe, a las escrituras de las mujeres nucleadas en torno a la revista Minerva a finales del siglo XIX, o de contemporáneas suyas como Georgina Herreras, Nancy Morejón, la documentalística de Sara Gómez pueden leerse como una alegoría de su posicionamiento intelectual y su propia experiencia vida.
Lalita, no solo incorpora estos sentir pensares provenientes de la religiosidad afrocubana, sino que las dota de legitimidad teórica y metodológica.
Así en su texto sobre la Lupe nos dice:
Entre las ceremonias de iniciación de la Regla de Ocha o Santería, hay una muy importante en que la adivinación asume la función de comunicar a los humanos y a los dioses. Los orichas hablan por los caracoles y aparecen los avatares del iyawó (iniciado), su pasado, presente y futuro, las reglas que regirán su vida en lo adelante, las dificultades y modos de vencerlas. Fe, misterio y obediencia para que no se cumplan los malos vaticinios. Aquí la desgracia no es siempre inevitable como en la ananké de los griegos. Puede haber alguna ofrenda capaz de calmar a los orichas y enderezar el destino. Se dice que La Lupe fue advertida.
Los ensayos reunidos en Cimarronas. Genealogía del feminismo negro cubano también constituyen un ejercicio de arqueología. Su autora parece sumergirse en los subsuelos de esa herencia cultural ilustrada en busca de algunas claves que expliquen por qué los procesos de la modernidad colonial confinaron al basurero de la historia cultural de la nación aquellas subjetividades y cosmovisiones del mundo provenientes de la oralidad y que llevan la impronta de la cultura popular negra.
Se trata de un ejercicio arqueológico que nos va revelando las tensiones entre la oralidad y la escritura (“atributo de civilización”), y los vínculos de la primera de estas instancias con la memoria y la tradición. Así como el rol que secularmente ha desempeñado en el pensamiento de la modernidad occidental el fetichismo de la escritura, la normatividad de la lengua como tecnologías de la subjetivación encargada de la corrección de los cuerpos y el sometimiento de la oralidad. La oralidad entendida como la palabra otra (licenciosa y monstruosa, provenientes de esas regiones de desarticulación, fractura e incertidumbre, habitadas por esas voces sin nombre, carente de autor, reprimidas y excomulgadas del discurso oficial.
De ahí las grietas y transgresiones que la oralidad, el rumor abren a esa historia oficial y sus estructuras de producción de significados del texto histórico anclados en la certeza y la seguridad del archivo como garante imprescindible para la producción de un discurso disciplinario.
Su ensayo “Elogio grande para mí misma. Georgina Herrera, la poesía como contradiscurso y la campana de la Demajagüa” y “Nuevas voces, nuevos reclamos en la canción cubana. Discurso femenino en el Hip Hop”, celebran este hecho.

Mercedes Jabardo Velasco en su ensayo “Construyendo puentes: en diálogo desde / con el feminismo negro” observa como: “A diferencia del feminismo blanco, que tiene su momento fundacional en la Ilustración y reproduce la racionalidad del pensamiento ilustrado, el feminismo negro surge en un contexto esclavista. Desde aquí, se pretende romper con la construcción individual del pensamiento filosófico ilustrado, apostando por la inclusión de distintos saberes, lógicas, actrices sociales”. Y sitúa a la oralidad como una de las prácticas permiten entender el carácter contra-hegemónico del feminismo negro. “En primer lugar, la oralidad del relato frente a la racionalidad de la escritura de los textos fundacionales del feminismo blanco. La oralidad, y también la oratoria aprendida y practicada en los púlpitos de las iglesias”.
La mayoría de los ensayos que integran este libro, fueron inicialmente presentado en el concurso “ENRIQUE JOSÉ VARONA” de la UNEAC 2009 bajo el seudónimo Mariana y con el título Escritos de una negra cubana cimarrona en Cuba y posteriormente en 2012 con el título de ¿Y las negras qué? Pensando el afrofeminismo en Cuba, fue enviado al Premio Extraordinario de Estudios sobre la presencia negra en la América y el Caribe convocado por Casa de las Américas del donde obtuvo mención. Según el acta del jurado, integrado por Quince Duncan (Costa Rica), Rita Laura Segato (Argentina) y Esteban Morales Cuba, el libro de la Martitatu se destaca por “gran erudición y diversidad de perspectiva, por la alta calidad de sus escritura y su compromiso personal y vivencial con el tema […]”
Salvo “El que más mira menos ve. Notas sobre raza y narrativa femeninas” “Tocar las puertas del cielo”, y “Las criadas de La Habana. La emergencia del sujeto subalterno”, el resto de los ensayos conservan el mismo orden del libro primigenio. Hemos incorporado estos tres ensayos porque participan de ese ejercicio de contramameria que permite documentar las luchas interpretativas y de sentidos, las relaciones saber-poder dentro de las cuales se inscriben el feminismo negro en el campo intelectual y social cubano de principios de milenio Además porque los mismos, de una manera u otra, sostienen un diálogo con el resto de los escritos que conforman el libro. Es decir, son consecuente con esa voluntad expresada por la Inés María Martiatu a la prensa raíz de obtener el mención en el concurso Casa de Las Américas: “Me propongo, en alguna medida, impugnar las proposiciones eurocéntricas –las de mayor circulación en Cuba – y las visiones masculinas sobre los problemas raciales de género que, muchas veces, ignoran los aportes reflexivos de las mujeres”.
“El que más mira menos ve. Notas sobre raza y narrativa femeninas”, una especie de cartografía aparecida en La Jirbilla donde su autora denuncia “los juegos de manos de editores, críticos y antologadores para invisibilizar y excluir ciertas narrativas femeninas que tienen la problemática racial en el centro de sus preocupaciones” y el cual ha servido de referente o punto de partida para otros estudios que se han realizado sobre la representación de la mujer negra en la literatura cubana contemporánea.

Por ejemplo, el investigador Carlos Uxó, de La Trobe University, Australia comienza su ensayo “Negras y mulatas en el siglo XXI: una visión racializada del género en novelas cubanas” haciendo referencia a este texto y más adelante aclara:
El presente artículo parte de presupuestos similares a los que motivan los trabajos de Martiatu, con quien no cabe sino compartir su preocupación tanto por el estatus doblemente subalterno de las afrocubanas, como por el evidente silenciamiento que padece su labor narrativa tanto por parte de la crítica como de la industria editorial. No obstante, mi acercamiento diverge del suyo (y preferiría pensar que es una divergencia complementaria o paralela, en ningún caso antagonista), por cuanto mi análisis se centra no en la creación narrativa de mujeres afrocubanas, sino en su representación literaria, independientemente del hecho de que la autoría de la obra narrativa se deba a un hombre o a una mujer, afrocubano/a o no. Dicho de otro modo, mientras que Martiatu se centra en el reflejo que diversas mujeres afrocubanas ofrecen de su cosmovisión, mi trabajo se centra en el análisis de diversos ejemplos de la representación de tal cosmovisión, con el objetivo de señalar hasta qué punto esas representaciones contribuyen a socavar o a perpetuar la continuidad del estatus subalterno de la mujer afrocubana” . (Uxo: Revista Brasileira do Caribe, São Luis Br,, Vol. XII, nº23. Jul-Dez 2011, pp. 118-120)
“Tocar las puertas del cielo”, se trata de un texto inédito que logré preservar entre los innumerables correos que a diario intercambiábamos. Está fechado en el 2002 y toma como pretexto la puesta que del dramaturgo Gerardo Fulleda “Remolino entre las aguas”, en 1996 por la Compañía Teatral “Rita Montaner” basado en la viga de la popular cantante conocida como La Lupe, y donde como siempre ocurre la obra teatral, o el libro que se reseña es solo un pretexto para la indagación ensayístisca preferentemente historiográficas, simbólicas relacionadas con la cultura popular negra cubana desde perspectivas afrofeminista.
“Las criadas de La Habana. La emergencia del sujeto subalterno” apareció publicada en su blog afrocubanas. Se trata de un texto escrito a partir de la novela Las criadas de La Habana de Pedro Pérez Sarduy. Donde Martiatu se adentra en otras cuestiones y problemáticas que van más allá de la digesis texto novelístico. Por ejemplo, las relacionadas con la memoria de los sujetos afrodiapóricos, el mestizaje o lo que la autora denomina el “síndrome de cecilia” y el lugar subalterno, casi siempre invisible que han tenido los personajes negro/as en el canon narrativo postrevolucionario.
Los textos agrupados en este libro son el resultado de una labor arqueológica destinada hurgar en todo lo reprimido y silenciado por los archivos historiográficos cubanos. Un periplo que transita desde la obra producida por las mujeres negras en el siglo XIX hasta las primeras décadas del siglo XXI. Donde el método genealógico se entrecruza con la crítica a la modernidad colonial. Y al mismo tiempo opera como un desmonantaje de la razón feminista eurocentrada, y sus continuas tachaduras del cuerpo de la mujer negra tan de moda en el campo académico cubano donde el feminismo blanco parece hegemonizar todas las interpretaciones.
Deysi Rubiera acomentió con Inés María Martiatu diferentes proyectos como la creación del Grupo Afrocubanas y la selección, prólogo y notas a la antología Afrocubanas: historia, pensamiento y prácticas culturales ambos proyectos tenían entre sus objetivos visualizar los aportes de las mujeres negras a la historia de la nación cubana, contribuir al desmontaje de estereotipos racistas y sexistas desde los cuales históricamente se ha representado a la mujer negra y la reconstrucción del pensamiento feminista negro cubano.
Durante la presentación de Emergiendo del silencio: mujeres negras en la Historia de Cuba, el segundo libro del Grupo Afrocubanas se decide homenajear Inés María Martiatu, en un aniversario de su desaparición física, al repsecto escribió Deysi Rubiera a nombre del grupo esta especie de evocación que me permito citar in extenso:
Homenaje merecido a una mujer que sus últimos esfuerzos estuvieron encaminados a pensar en los problemas raciales, investigar sobre el afrofeminismo, impugnar las posiciones eurocéntricas y las visiones masculinas sobre los problemas raciales y de género, que muchas veces ignoran los aportes reflexivos de las mujeres en general y de las negras en particular, como declarara en muchas ocasiones Muchos fueron nuestros proyectos, conscientes de la necesidad de insertar la voz de las mujeres negras, no solo, en el debate sobre los conflictos raciales que se llevan a cabo en el país, y que se erigiera como un contradiscurso opuesto al que sobre ellas ha venido circulando históricamente, sino que las nuevas generaciones de negras tuviesen un paradigma de que asirse para la construcción y desarrollo de una adecuada consciencia racial y se sientan orgullosas de ser negras.
Y cuenta Rubiera en estas palabras fechadas simbólicamente el 6 de enero 2017 -día del 115 aniversario del nacimiento de Reyita, su madre- como “[…] hasta unos pocos días antes de morir, cuando al visitarla en el hospital me hablaba con mucho entusiasmo de nuestro próximo libro, el que estábamos preparando las afrocubanas”.
Finalmente, mi agradecimiento a quienes han hecho posible este proyecto editorial el cual permitirá que, después de una década, este libro pueda hacer causa común con sus lectoras. Al final son ellas las que dirán sobre el mismo la última palabra.
Alberto Abreu Arcia