
Le damos la bienvenida a la sección Del Ayer a cargo Tomás Fernández Robaina. En la cual irán apareciendo un grupo de textos de su autoría, escritos hace ya algunos años, y que por diversas razones no fueron publicados en su momento, sin embargo las problemáticas que los mismos examinan conservan su actualidad.
De lo negro y la africanía en la lengua literaria de Motivos de Son, de Amaury Francisco Gutiérrez.
Gutiérrez Coto, Amauri Francisco: Acerca de lo negro y la africanía en la lengua literaria de Motivos de son de Nicolás Guillén: (un nuevo análisis del problema) Colección Más luz. Ediciones Vitral. 2001. 50 págs.
Toda investigación tiene la finalidad de corroborar o negar las hipótesis propuestas, las cuales pueden variar en dependencia de las pesquisas que se efectúen para lograr los objetivos principales y secundarios que se propone el investigador. Acerca de lo negro y la africanía en la lengua literaria de Motivos de son, Amauri Francisco Gutiérrez, ilustra de forma clara, esta afirmación.

Su análisis y no pocas de sus aseveraciones nos hacen repensar las lecturas que históricamente hemos hecho de determinados fenómenos históricos, sociales, literarios, etc. y la vigencia o no de las mismas en el presente. Una muestra la tenemos cuando afirma: “La reflexión sobre la cultura afrocubana y su incidencia en la identidad nacional ha perdido el peso que tuvo en otros tiempos” (p.5)
¿Por qué ha perdido su incidencia en la identidad nacional y el peso que tuvo en otros tiempos? ¿Es acertada dicha valoración? ¿No considera el crítico que, ante los intentos globalizantes de imponer una cultura hegemónica, hoy se hace más necesario que antes reafirmar las particularidades de las culturas e identidades nacionales?
Es cierto, que, en ocasiones, se produce una globalización de lo que se considera la cultura e identidad nacional debido a determinadas especificidades en los países plurirraciales y multiculturales. Y ante esta posición debemos reaccionar para que se respeten las diferencias culturales dentro de un mismo país como la única forma de lograr la cohesión, la unidad tan necesaria para impedir los propósitos actuales de los grandes consorcios económicos y culturales internacionales, de imponer un mundo globalizado en todos sus niveles.
No me parece muy atinado su criterio de que la cultura afrocubana haya dejado de tener la incidencia histórica y el peso que tuvo en otras épocas; muy por el contrario, la Revolución Cubana abrió la oportunidad para que se reconociera y se divulgara más ampliamente sus diferentes elementos.
No es menos cierto que esa apertura en los primeros años de la Revolución no se hizo del modo más atinado, pero se logró un espacio y a partir de el, después de andar por un largo camino que aún no ha terminado, se han descartado los errores, y se procura, primero, disminuir las secuelas, los elementos reproductores de los prejuicios raciales y culturales para finalmente abolir las incomprensiones de todo tipo que todavía persisten en la valoración de nuestra cultura.
Por eso me interesó este ensayo que obtuviera el Premio Vitral, porque es un claro exponente de cuanto nos queda por debatir y aprender para demostrar de manera científica los prejuicios que se hacen visibles, conscientes o no, en cada uno de nosotros cuando abordamos el estudio de la huella africana en nuestra cultura.
Por lo tanto, no me voy a detener en los análisis y comentarios que hace Amauri Francisco Gutiérrez Coto a las valoraciones guilleneanas de Alfred Melon, Nancy Morejón y Desiderio Navarro, pero sí me referiré a algunos aspectos que debió atender con más cuidado.
Él señala que la aparición de los poemas de Motivos de son en la sección “Ideales de una Raza”, en la cual el poeta colaboraba también como articulista, propiciaron: “… a la critica a identificar los poemas con los discursos sobre identidad racial imperantes allí”.

Gutiérrez Coto pasa por alto que “Ideales de una raza” era una columna y una sección dominical dedicada a la defensa de los derechos sociales del negro en Cuba, y que de forma directa o no, todo lo que se publicaba en ella formaba parte de ese empeño; esa página, creada por el periodista Gustavo Urrutia, fue un espacio donde se debatió, con un tono persuasivo, explicativo y convincente los problemas culturales y sociales que aquejaban a los cubanos negros y mulatos. Ese intercambio de opiniones sacó a la luz una problemática objetiva: las serias limitaciones que, como consecuencia del color de la piel, ellos tenían para avanzar socialmente, independientemente del nivel de instrucción que poseyeran. “Ideales de una raza” fue una tribuna desde la cual los cubanos, negros, mulatos y los blancos sensibilizados contra esa discriminación pedían justicia, y llamaban la atención sobre el problema racial en Cuba para que el pensamiento maceísta de: “nada pedir como negro, todo como cubano” no fuera una frase hueca.
En la nota número cuatro de la página once, Gutiérrez Coto expresa: “El carácter militante de la sección– se refiere obviamente a ‘Ideales de una Raza’-lo demuestra el hecho de que fue suspendida en enero de 1931 por ser considerada peligrosa.”
No sé de dónde obtiene esa información; pero más me preocupa su criterio de considerarla peligrosa. ¿Por qué peligrosa? ¿Proponía la columna la supremacía de la raza negra sobre la blanca? ¿Incitaba el odio de los cubanos negros hacia los cubanos blancos? ¿Hubiera sido posible tal espacio en un periódico como el Diario de la Marina, representante de una parte del poder económico y político de entonces?
La dirección del Diario de la Marina había incorporado a Gustavo Urrutia a su redacción no por simpatías filantrópicas, sino por la fuerza del movimiento social de los cubanos negros que demandaban la necesidad del esfuerzo mancomunado de negros y blancos para hacer realidad el sueño martiano; para muchos ese sueño era difícil de materializar, pero no por ello se cruzaban de brazos, sino que, trataban de mejorar la situación social no solo de los negros sino de todos los cubanos dentro de las estructuras clasistas de nuestra sociedad de aquella época. Por lo tanto, la columna de Urrutia y su versión dominical no era en realidad un peligro sino todo lo contrario, una muy noble contribución para hacer realidad esa Patria anhelada por José Martí, Antonio, Maceo y Juan Gualberto Gómez, entre muchos otros: con todos y para el bien de todos.
Un capítulo que no debo pasar por alto es el relacionado con El negro, las lenguas africanas y el español coloquial cubano. Al comentar el Catequismo para negros bozales apunta que:
Hay allí un empeño por blanquear la raza, cuyo eco lo podemos hallar en Motivos de son, cuando la negra se enorgullece de ser -adelanta-, es decir, ser menos negra de piel que otros. Este racismo de los propios negros tuvo una respuesta de los blancos, al menos a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Si el negro pretende parecerse al blanco, lo más lógico es que este último trate de diferenciarse.
Me parece conveniente recordar que dicho catequismo fue uno de los instrumentos utilizados por los colonialistas europeos para deculturar a los africanos en Cuba y en otras latitudes. Y no fue un deseo espontáneo de los negros de parecerse al blanco, lo que propició el blanqueamiento, sino objetivamente fue el resultado de la imposición y aprehensión del canon eurocéntrico, en lo cultural, en lo religioso y en lo social para poder disfrutar de algunos derechos en la sociedad esclavista. No siempre este blanqueamiento intelectual fue exitoso al cien por ciento, pero se aprecia un buen número de negros libres identificados plenamente con la cultura del colonialista. Otros, por el contrario, adoptaron una posición más compleja, pues a pesar de que decían estar ya asimilados a ese blanqueamiento intelectual, de manera oculta o no continuaron identificándose con los valores ancestrales de África.
El orgullo de la negra por ser menos negra forma parte también del blanqueamiento físico, surgido, primeramente, de forma espontánea debido a la violencia sexual ejercida por el esclavista sobre la esclava y al nacimiento de hijos de piel más clara que la madre, pero con las facciones del padre. Este hecho objetivo hizo que el esclavista diera un trato diferenciado a sus hijos, y de ahí la posibilidad que otras esclavas anhelaran ser embarazadas por el amo blanco para que la vida del niño no fuera tan dura como la de los hijos de los esclavos.
No es difícil percatarse de la concepción errónea del autor al decir que, si el negro quería parecerse al blanco, era lógico que este tratara de ser diferente.
La historia social del negro en Cuba, demuestra de modo particular que si el negro se apropió de la cultura dominante no fue por generación espontánea, sino obligado por los requerimientos que la propia sociedad establecía para los que aspiraban a tener un espacio social y cultural, teniendo en cuenta los derechos legales que las estructuras coloniales y más tardes las republicanas decían ofrecer a todos los ciudadanos.
No es muy sostenible el criterio que por esa reacción imitativa el blanco pretendiera ser diferente, sino que más bien, este último ejerció el poder económico, político y cultural para marginar del disfrute de esos derechos a los afrodescendientes.
Por lo ya explicado, es insostenible su juicio de que: «Este racismo que practican los negros al querer adelantar, es un nuevo argumento contra la teoría del criollo cubano y es, además, un aspecto sólido que ha sido ignorado cuando se indaga en la dimensión lingüística del negro cubano”.
No voy a negar que esta aproximación al estudio de Motivos de son es sumamente atractiva, y aborda aristas novedosas, que provocarán comentarios, artículos que irán más a fondo que estas líneas donde simplemente llamo la atención del autor y de los lectores, para que todos reflexionemos ante algunos de los criterios subrayados, para que podamos entender mejor la historia y la lucha social del negro en nuestro país.